Este año 2020 se recordará también como el año en el que se pusieron a prueba los sistemas sanitarios de los diferentes países europeos por la crisis del coronavirus.

Los Estados miembro de la Unión Europea se dividen entre estos dos modelos. Mientras que en el sistema de origen alemán la administración es un mero gestor, en el de origen inglés el Estado agrupa y ofrece todos los servicios. Las diferencias entre ambos residen, sobre todo, en la manera en la que se financian y cómo se operan los distintos servicios.

Expertos señalan que ya no existen sistemas puros, pero la sanidad europea se asienta sobre dos grandes modelos: el modelo Bismarck (Sistema de Seguros Sociales) y el modelo Beveridge (Servicio Nacional de Salud).

Financiación, listas de espera y copagos. Estas son algunas de las diferencias más palpables entre los modelos sanitarios Bismarck y Beveridge. Gracias a estos históricos sistemas, los europeos disfrutan de diferentes grados de atención sanitaria, aunque con diferentes desembolsos.

Portugal y Finlandia son países más semejantes de lo que parecen, pues comparten el modelo sanitario Beveridge. En la misma situación, pero bajo términos diferentes, están Francia y Grecia, que han sentado las bases de su sanidad sobre el modelo sanitario Bismarck.

Los sistemas de salud que se estipulan en Europa están basados en la “universalidad, solidaridad y equidad”. Cada sistema sanitario tiene tres objetivos fundamentales: “mejorar la salud del paciente, optimizar su experiencia y realizar las gestiones usando los recursos lo mejor posible”.

Bismarck y Beveridge son los sistemas de salud que imperan en Europa y que están basados en la universalidad, solidaridad y equidad, según Magda Rosenmöller

Modelo Bismarck

En la Alemania de 1883 nació el modelo Bismarck. Este sistema de salud se basa en que los ciudadanos disfrutan de atención sanitaria a través de organizaciones privadas y, para ello, tanto empresarios como trabajadores pagan cuotas que van directamente a las empresas que gestionan los servicios médicos.

Esos pagos se trasladan a “fondos”, entidades no gubernamentales reguladas por ley y que gestionan los recursos. Con los recursos se contratan a los profesionales sanitarios y los equipamientos.

En este caso, el Estado es un mero gestor y son, en realidad, las empresas privadas las que lo operan. Es decir, el estado se encarga de recoger la financiación a través de impuestos y luego lo canaliza a sectores privados y vela también por la armonización del sistema.

Es un sistema donde los centros sanitarios suelen ser privados y donde existen copagos por algunas de las prestaciones sanitarias como el transporte en ambulancia, los medicamentos o la asistencia hospitalaria.

El modelo Bismarck es el que sigue operando en Alemania pero también lo han incorporado y es utilizado por 17 países como Bélgica, Suiza, Francia,Holanda, Austria, Grecia, Luxemburgo y Países Bajos. En cuanto a los profesionales, su remuneración se fundamenta en el pago por servicio y el pago proveniente de los fondos.

Modelo Beveridge

El modelo Beveridge, por su parte, es originario del Reino Unido y surgió en los años cuarenta. Este sistema se basa en el acceso universal a la sanidad y en que todo servicio médico está directamente gestionado por el Gobierno.

Se financia a través de los Presupuestos del Estado. El Estado asume todo el control y toda la gestión del sistema. La financiación del mismo, además, procede 100% de los Presupuestos Generales del Estado, se trata de un modelo en el que los ciudadanos no pagan directamente por la asistencia. A nivel general, el modelo Beveridge financia la sanidad a través de los impuestos que pagan todos los ciudadanos.

A diferencia del modelo Bismarck, los centros sanitarios son públicos y es un sistema donde el Estado es el encargado de la gestión. Además, el precio de los medicamentos está regulado a través del Índice de Precios de Referencia.

En este sistema once estados se rigen por el modelo Beveridge entre ellos, han adoptado por el sistema Dinamarca, Italia, Portugal, Reino Unido o Irlanda y España.

El Beveridge es un modelo que “está regulado por los impuestos, y como en los casos de España e Inglaterra, las prestaciones están controladas por el Estado”, confirma Vilches, que también comenta que “ese presupuesto debería dar toda la asistencia sanitaria, pero, en el caso español, el 29% de las cirugías se hacen en entornos privados, es decir, fuera del aseguramiento público”.

En el modelo Bismarck “el Estado es más bien un regulador de los servicios”, afirma el director general de Idis

Si del sistema sanitario español se dice que es tan bueno, ¿por qué no sé replica en otros países?
“Porque quizás no sea lo mejor”, revela Vilches. “España es un caso único –continúa el ejecutivo de Idis-; donde convive la sanidad pagada por la Administración y la atención privada, por lo que los servicios privados son un complemento del servicio de salud”.

De este modo, quienes disfrutan de un seguro privado no dejan de pagar la atención sanitaria pública, es decir, pagan el doble, subraya la profesora del Iese. Pese a ello, para la experta “el sistema sanitario de España es uno de los mejores del mundo”, aunque se puede mejorar a través de más innovación, flexibilidad y participación.

Para Jaume Raventós, profesor del Instituto de Formación Contínua – IL3 especializado en gestión sanitaria, la competencia de servicios “siempre es buena y mejorara la eficiencia”. Para el experto, además, en los países del sistema Bismarck el sector privado gana dinero gracias al sector público pero en estados como Holanda el beneficio de estas empresas está regulado.

Todas las Administraciones que se rigen por los sistemas Bismarck y Beveridge tienen diferentes servicios de copago y listas de espera en distintos grados. El modelo de origen alemán es el que menos lista de espera tiene, algo que consensúan todos los expertos consultados. Ello se debe a que en los países con estos sistemas es más apreciable el copago de servicios.

“El copago como tal no da mucho dinero, pero sí hace que la gente valore más los servicios”, lo que contribuye a reducir las listas de espera, explica la profesora del Iese. En general, son los países bajo la tutela del modelo Bismarck los que comparten más servicios de copago y también los que tienen una menor lista de espera.

“Es todo un pez que se muerde la cola”, asegura Raventós, que compagina su faceta de profesor con la dirección de la red de centros de salud mental ITA, pues “un modelo donde la prestación es 100% de un único servicio es poco competitivo y hay elementos que hacen que la gestión sea menos eficiente” por lo que el copago funciona como un regulador de la demanda sanitaria y de las listas de espera.

Una postura contraria demuestra la profesora Rosenmöller, que considera que en cualquier sistema sanitario habrá más demanda que recursos y que también es muy importante el papel de los salarios de los profesionales sanitarios. Estos pueden optar por ofrecer sus servicios en la práctica privada, afirma la experta.

En estos modelos también es importante el papel que toma el paciente. En el sistema Bismark los ciudadanos pueden elegir entre los diferentes servicios y médicos disponibles, mientras que en el sistema Beveridge, por regla general, los ciudadanos tienen que ir al médico de cabecera y este les derivará a un especialista si es necesario. En este sentido, “si yo puede elegir a mi médico y no estoy contenta, es mi culpa”, sentencia Rosenmöller.

Fuente: Elespanol / PlantaDoce